Día 7. Fuego.

La velocidad es algo que me pone, así lo digo abiertamente y sin tapujos. Coger el coche sóla con la música bien alta y en un carretera vacía con la luz del sol bañando los campos verdes de la Borgoña francesa es un subidón en toda regla. Que se quiten las drogas duras y las raves hasta las 3 de la mañana.

Así con esta adrenalina en las venas me siento en el sofá al calor de un fuego para por fin escuchar la historia de este Châtaeu que se ha convertido en mi casa en los últimos 7 días.

El Château de la Salle fue construído en el siglo XVIII por el tío abuelo del abuelo de Jessica de la Chesnais ( mi amiga y la razón por la que estoy aquí). Después de que varios familiares vivieran en él de manera intermitente, en 1960 los abuelos de Jess se mudaron definitivamente al Château. Diez años después el matrimonio pasó por un bache turbulento, la abuela de Jess se mudó a un pequeño piso en Paris y por otro lado su abuelo decidió partir apresuradamente a Argentina dejando así el castillo a su hijo Patrick, que este momento se encontraba haciendo la mili en Algeria. Patrick decidió volverse para hacerse cargo de la propiedad y desafortunadamente también de las deudas que su padre había acumulado durante años. Poco a poco empezó a cultivar a la tierra y a reflotar la grandiosidad de aquel Château.

En busca de nuevas oportunidades y usos para el Château un amigo de Patrick le habló de una mujer noruega llamada Gerda Boyesen, quién por aquel entonces buscaba un lugar dónde poder realizar terapias de psicología biodinámica. Es así como cada verano durante 15 años Gerda y sus dos hijos Ebba y Paul alquilaban el Château durante 4 meses para alojar alrededor de unos 150 pacientes.

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Estos fueron los años de oro para el château, los vecinos quedaban fascinados con el pintoresco elenco que por allí se paseaba. Como podréis imaginar a estas alturas de la película Patrick quedó prendado de la hija de Gerda, Ebba. Es así como después de una largo cortejo Ebba y Patrick tuvieron dos hijas: Vivian y Jessica. Con el tiempo Paul, hermano de Ebba y tío de Jess decidió comprar el Château, los papeles fueron firmados y todo parecía en orden, menos un pequeño detalle, Paul nunca llegó a pagar el dinero acordado por la compraventa de la propiedad. Como cabía de esperar después de una larga batalla legal Patrick volvió a recuperar los derechos sobre la propiedad.

Y es aquí dónde empieza el principio del fin, Paul siendo Paul en una especie de venganza y rabieta contrató tres camiones y varios hombres para asaltar el castillo de madrugada y vaciarlo por completo, se llevó todo:  muebles, camas, vajillas, cuadros, etc. Los daños económicos eran incalculables y el château queda así inservible para cualquier otro uso. Lo más triste y frustrante de este suceso es que un par de años después se descubre que Paul guardó todo lo expoliado en un nave y al final todo acabó siendo subastado al público por el impago de alquiler de dicha nave. Paul a todo esto desaparece de la escena y nadie puede dar con su paradero.

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Es así como el castillo cierra sus puertas y permanece abandonado como tantos otros en Francia. Poco a poco las paredes empiezan a apagarse, la naturaleza hace su trabajo cubriendo las paredes de enredaderas y las telarañas cubren ya casi todas las estancias.

Pero aquí no acaba la historia y 31 años después , Jess hija de Patrick y Ebba,  toma las riendas. Nos encontramos a principios de Junio de 2016 cuando Jess decide romper con todo y abandonar Londres después de 20 años para volver a lo durante varios veranos fue su hogar, vuelve así al Château de la Salle. Se instala en la casa del guardia que al estar separada del edificio principal había sufrido menos daños. Durante 4 meses y con la única compañía de su gato Casper empieza a abrir las ventanas, a limpiar el polvo, a darle color a las paredes, a quitar las malas hierbas, dejando que poco a poco todo vuelva a respirar. Su experiencia personal durante estos cuatro meses es algo que no me atrevo a escribir por ser algo demasiado personal pero si resumiré en una palabra que ella misma repite constantemente, healing (curación). Y es que Londres te abraza y te asfixia, y a veces hay que tomar distancia para volverse a reconocer en el espejo.

Leí la historia de Jess de camino al metro a las 8:30 de la mañana en la calle Hilarión Eslava, pocos meses después yo también dejé mi trabajo y Madrid. Volví a casa, al campo,  y a la familia. Este es final de mi verano y el comienzo de algo nuevo. Jess ya no está sola en el castillo, este verano se le ha unido Tamara, Will y Luke, entre ellos y la ayuda unos 90 amigos y voluntarios que por aquí han circulado durante todo este verano, el château ya tiene perfilado un futuro, un lugar que servirá para hacer retiros de yoga, residencias para artistas y un co-working para todos esos nómadas digitales que habitan entre nosotros. Queda mucho trabajo por hacer, muchas cosas que perfilar y por su puesto inversores a los que convencer, pero después de 7 días con ellos no me cabe duda de que lo conseguirán.

Larga vida al Château de la Salle!

 

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